Verón y Arango, los jugadores que inspiraron una gran crónica de Juan Gossaín
29

May

Verón y Arango, los jugadores que inspiraron una gran crónica de Juan Gossaín


Gossaín decía que Verón y Arango no eran dos jugadores, sino uno solo, llamado ‘Ramón Alfredo Verango’. Describió a este ludópata como un monstruo, con cuatro luceros, cuatro orejas, cuatro manos, cuatro pies, dos coraje, dos bocas, dos hígados, cuatro riñones y cuatro pulmones.

En su relato incluyó que, la medio de ese ludópata era de tez morena y la otra medio era de color blanco. Una hablaba con acento argentino y la otra con acento samario.

Luego se detuvo a reparar la inicio de ese aberración vestido de futbolista. Una medio tenía el pelo decaido y la otra ondulado. Media ñatas del argentino era larga, como las de las brujas de los cuentos infantiles y la otra medio, la del samario, era pequeña y recortada.

El Junior campeón en 1977 con la dirección técnica de Juan Ramón Verón y el aporte de Alfredo Arango.

En su famosa crónica, Gossaín se refirió al gran entendimiento que los dos jugadores mostraban en la cancha. Algo que los aficionados del Junior solo habían pasado con la dupla conformada por el brasileño Dida y Antonio Rada, conocido como el ‘Cañonero de Isabel López’.

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Cada uno sabía dónde estaba el otro, hasta con los luceros cerrados. Cada pase, cada albarrada entre ellos, tenía todas las características de un truco de sortilegio.

De las cosas que más le llamaron la atención a Gossaín, y que reseñó en su crónica, fue la talla de calzado de Verón: 36. “Un piececito pequeño que parece que no matara una mosca”, escribió.

En otro a excepción de, Gossaín se pregunta cómo era posible que dos jugadores que no se habían pasado nunca, que mucho menos habían jugado juntos, se entendieran a la perfección en el interior de la cancha.

Después de consultar a varios expertos porque, reiteró, de fútbol no sabía ausencia, concluyó que una de las razones para el éxito de esta contraseña era que los dos jugadores tenían talentos similares, poco difícil de encontrar en el fútbol.

“No tienen un puesto fijo en la cancha. Se mueven por todo el demarcación. Son dominadores de balón. Tienen ese talento que se necesita para precisar una marranada en medio segundo. Poseen, en fin, una enorme solvencia técnica”, escribió Gossaín.

La experiencia fue otro de los aspectos imperiosos para que la contraseña Verón-Arango funcionara y jugara como los dioses: conocían los secretos del encaje, sus recovecos y entretelas.

Por final, para Gossaín, otro requisito indispensable para una buena contraseña futbolística era tener una personalidad similar, poco que Verón y Arango cumplían al pie de la pago, ya que eran hombres reservados, silenciosos y más adecuadamente tímidos.

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Para reafirmar esa teoría citó al periodista Fabio Poveda Márquez, quien sostenía que Arango era el único samario que no hablaba y Verón el único argentino que podía durar más de una hora sin pronunciar una sola palabra.

“Nos comprendimos proporcionado, nos buscábamos cuando teníamos la pelota. Cuando un ludópata sabe esparcirse se hace obediente y Verón era inteligente para esparcirse. Nos dábamos la pelota sin mirarnos. En el fútbol colombiano no hubo un ludópata que me acompañara tan adecuadamente como Verón”, contó Arango, fallecido en 2005, a este periodista sobre el argentino.

La sociedad Verón-Arango fue esencia para la conquista de la primera hado del Junior en el fútbol colombiano, en el 77. El argentino asumió la dirección técnica tras la partida de José Varacka, un episodio que inspiró otra gran crónica de Gossaín titulada ‘El Capitán Araña’.


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