La pizarra de Hansi Flick no contenía el desparpajo original de los periquitos y la nueva pareja de centrales, Christensen y Araujo, no frenaba la ataque nave. El engranaje azulgrana, en cualquier caso, empezó a engrasarse tímidamente en el ecuador de la primera fracción.
Aparecieron los destellos de Pedri, uno de los nombres destacados e incisivos de estos 45 minutos, asomó el criterio de Olmo y levantó la mano Lamine Yamal, sin puntería. Los culés no encontraban referencias hacia lo alto entre la telaraña de ayudas del Espanyol.
En la reanudación, los azulgrana insistieron con centros al dominio de Joan García. El Espanyol había perdido chispa y no mordía como antaño, aunque mantenía el control. Hasta que Lamine Yamal lo rompió todo en el 53. Necesitó un instante de clarividencia para asestar un zurriagazo teledirigido a la escuadra que subió al grabador.
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Un impacto de Cabrera a Lamine provocó la expulsión del uruguayo luego de que el árbitro consultara con el VAR. La roja, en el 80, desestabilizó el pulso. El Espanyol, resuelto, no desconectó y el Barcelona no durmió el choque en los siete minutos de añadido. El pulso seguía muy vivo.
De todos modos, fueron los azulgrana los que se aprovecharon de la agitación final. Fermín, en el descuento, disipaba cualquier posibilidad de reacción con el segundo tanto de la oscuridad. Un 2-0 que amarraba el 28º título de Muérdago para el equipo azulgrana. Flick instó a sus futbolistas a celebrarlo en el vestuario y no en el césped.
EFE
